Somos la gente del pewén o pewenche, ya que nuestra cultura está ligada estrechamente a este maravilloso árbol sagrado. Se calcula que la historia genética del pewén, también conocido como araucaria (Araucaria araucana), se remonta a unos 240 millones años. Es decir, es una especie que ha existido mucho antes que los “che”, mucho antes que todos los humanos. Impresiona pensar que todas aquellas araucarias que se ven como grandes paraguas tienen cientos de años e, incluso, algunas más de mil años, siendo una de las especies de árboles más longevas del mundo.
Estos árboles, testigos milenarios, han sobrevivido estoicamente a cientos de fenómenos naturales. ¿Cuántas erupciones, terremotos, sequías e inundaciones habrán presenciado? A pesar de su magnificencia, hoy se encuentra en peligro de extinción, debido a la tala indiscriminada que sufrió durante los siglos XIX y XX, antes de ser declarada Monumento Natural en 1990.
Es endémica de Chile y Argentina, donde existe una pequeña población. En Chile habita tanto en la Cordillera de los Andes, como en la cordillera de Nahuelbuta, desde la Región del Biobío hasta la vertiente sur del Volcán Villarrica en la Región de los Ríos.
Quizás no sabías que existen ejemplares con flores masculinas y otros con flores femeninas, las que producen ese preciado fruto llamado piñón, que ancestralmente ha sido la base alimentaria de nuestro pueblo. Un fruto noble y completo, rico en minerales, fibra y proteína, lo que ha permitido nuestra subsistencia ancestralmente en sitios donde el invierno es sinónimo de mucha nieve y temperaturas bajo cero. Y es que, claramente, la ñuke mapu nunca deja nada al azar.