En una nueva travesía de la serie de Instagram “Chile por Descubrir” de Chile es Tuyo, Pedro Astorga, junto a su padre Ricardo y su hermana Ilania, se adentran en el archipiélago de Chiloé, un destino donde la magia, la cultura y la naturaleza se entrelazan en cada rincón.
Entre leyendas vivas, paisajes de neblina y la hospitalidad chilota, la familia recorre lugares emblemáticos como el río Chepu, el islote de Puñihuil, las iglesias patrimoniales y participa de una auténtica minga chilota, una de las tradiciones más arraigadas del sur de Chile.
Río Chepu, un paisaje que renace entre aguas y bosques

El viaje comienza en el río Chepu, el más grande del archipiélago y un lugar que sorprende por su belleza silenciosa y su historia natural.
Navegando entre troncos sumergidos y bosques hundidos, los Astorga descubren un ecosistema único donde el agua y la tierra parecen confundirse debido a la densa bruma que camufla aves y otros animales.
Chepu es un espacio para contemplar, escuchar y entender la fuerza regeneradora de la naturaleza, símbolo del equilibrio que aún habita en Chiloé.
Islote de Puñihuil, hogar de pingüinos y leyendas del mar

Frente a la costa de Ancud, el islote de Puñihuil deslumbra por su biodiversidad y su encanto natural. En este santuario, los Astorga observan de cerca a los pingüinos de Humboldt y Magallanes, especies que comparten estas costas entre olas, viento y acantilados, mientras historias locales hablan de sirenas y seres marinos que protegen las aguas, recordando que en Chiloé la mitología y la naturaleza conviven en armonía.
Puñihuil es un recordatorio de que el mar chilote no solo es escenario, sino también hogar de vida y misterio.
Las iglesias de Chiloé, guardianas del patrimonio y la fe

El viaje continúa por los caminos rurales de la isla, donde se levantan las iglesias de Chiloé, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Construidas en madera y teñidas de historia, estas joyas arquitectónicas son testimonio del encuentro entre la fe europea y la cosmovisión local. Los Astorga visitan templos como San Francisco de Castro, donde la madera cruje suavemente y el tiempo parece detenerse.