“Soy cuarta generación de tejedoras Mapuches en mi familia, yo aprendí a utilizar el telar con mi abuela y mi madre, pero con el tiempo me fui perfeccionando con artesanas mayores de otras localidades, recorrí muchos lugares y comunidades donde aprendí y guardé todos sus conocimientos”, detalla la creadora de la organización Wallontu Witral.
Agrupación donde tienen espacio 80 mujeres de todas las etnias, unidas por el amor al tejido de nuestros ancestros y el deseo de generar recursos para sus familias, y que a pesar de todo siguen poniendo sus alfombras, pieceras y colgantes en las casas de personas a lo largo de todo Chile y el Mundo.
El tejido Mapuche nace como una tradición ¿cómo lograste transformarlo en un objeto de arte?
Al principio uno aprende a hacer tejidos lisos, sin iconografías, pero con el tiempo uno va sumando experiencia y creando cosas más grandes. Por eso decidí aprender de tejedoras mayores, me quedaba días enteros con ellas y aunque no hablo muy bien Mapudungun logre ganar su confianza. También estuve en Alto Biobío con mujeres Pehuenches y manejo técnicas de tejido de la zona cordillera, así he logrado mezclar distintas técnicas, desde teñir de manera natural la lana, armar telares y rescatar iconografía. Un camino que mezclado con mucho esfuerzo y perseverancia me ha llevado a exponer mis trabajos en Alemania, Canadá, Brasil y Estados Unidos.
Los tejidos Mapuches son además una manera de rescatar tu legado, pero también de mostrarlos al mundo
Hay mucho desconocimiento sobre nuestra cultura y a mi me encanta mostrar lo que hago, también enseñarlo. Hay mucha gente interesada por aprender y conocer más, antes recibíamos turistas que venían a ver como se hacía una pieza en telar, y quedaban impactados con el giro del uso, el teñido con residuos naturales y el cuidado al medio ambiente que nosotras tenemos al hacer nuestro trabajo. Cuando se pueda volver a viajar, nosotras estaremos felices de abrir nuevamente nuestras puertas.
¿Cómo nace Wallontu Witral?
Mi abuela tejía para el intercambio, ella hacia una manta y la cambiaba por una oveja, siempre hubo esa necesidad de generar apoyo y una red, y yo aprendí que tejer sola no logra el mismo impacto ni efecto. Por eso mi agrupación está formada por 80 mujeres tejedoras, con un porcentaje de Mapuches y otras mujeres que no, ellas aportan con el tejido a palillo. Somos inclusivas y siempre estamos abiertas a asociarnos, pero tenemos un reglamento interno que privilegia a las mujeres tejedoras, para que ninguna trabaje sola porque es complejo, ya que no son solo mujeres, son familias completas que con el tejido que hacen al interior de sus casas, en el mismo lugar donde comen y descansan, logran que ingrese un dinero que siempre va para las necesidades del hogar.
¿Cómo han logrado subsistir con la pandemia?
La artesanía es un lujo no una necesidad, entonces lo que hacemos es que entiendan que cada pieza significa el sustento de una familia, tuvimos meses difíciles el año 2020, pero se acercaron a nosotros del proyecto “Tejidos de Fraternidad” de la Universidad Católica, para que nuestras mujeres siguieran trabajando y vendiendo, y eso nos volvió a levantar. Fue un despertar, si no teníamos lana, nos prestábamos entre nosotros y si no teníamos permiso para ir a comprar materiales, conseguíamos alguien que tuviera permiso y le encargábamos todo. Ahí cargo mi auto y me voy a repartir lana y ver la cara de felicidad de todas esas mujeres que están haciendo algo por ellas mismas.
¿Qué le dirías a los emprendedores que han bajado sus brazos y lo están pasando tan mal?
La verdad es que es difícil, pero hay que jugársela y no decaer, en tiempos de pandemia aprovechar de hacer otras cosas, de los pendientes, ordenar la parte administrativa, aprovechar el tiempo y perseverar, si yo me quedo de brazos cruzados no logro nada y siempre hay proyectos a los que uno se puede sumar.
Para conocer más del trabajo de Anita Paillamil y otros artesanos chilenos, ingresa a la página de Fundación Artesanías de Chile.