Gastronomía mapuche, una buena cuota de historia y casas patrimoniales, todo esto en medio de ríos, bosques y praderas. Eso es lo que ofrece la ruta de los pueblos originarios en Río Negro al sur de Chile. Acá te contamos nuestra experiencia, a ver si te motivas a recorrerla.
Mapuche es la etnia originaria más numerosa de Chile. Habita en la zona sur del país y está compuesta por diversos pueblos que llevan nombres diferentes de acuerdo al lugar específico en el que se sitúan. Gracias a una invitación que recibimos, pudimos ser parte de un viaje que nos llevó a conocer el lugar que habitan y la forma actual de vida de los Huilliches, el grupo Mapuche más austral de todos.
Temprano un lunes de octubre, partimos junto a otros periodistas desde la ciudad de Osorno al destino conocido como Río Negro. En medio de campos y verde vegetación llegamos al poblado del mismo nombre que destaca por sus casas patrimoniales con fuerte influencia europea.
El sol ya comenzaba a calentar un poco el ambiente, mientras algunas nubes escurridizas se movían en el cielo. En dirección al poblado de Riachuelo, cruzamos el Río Negro; bordeado de árboles y con un caudal tranquilo, sus aguas son ideales para la práctica del kayak.
En Riachuelo, una serie de edificaciones que datan de comienzos del siglo pasado nos invitan a conocer una historia de otra época, pero que aún se respira en cada esquina. Como suele suceder en sectores más rurales de Chile, los habitantes más ancianos perpetúan casi de manera inconsciente su forma de vida que nos habla de otros tiempos.
Llegar a esta zona es detenerse a escuchar y observar, es aprender a acostumbrarse a la tranquilidad que transmiten lugares rodeados por la naturaleza y custodiados por las antiguas tradiciones de sus pueblos.
Después de conocer el poblado, nos internamos en los sectores rurales de lo que se conoce como la Ruta Huilliche. Conocimos de primera mano el trabajo de tejido en Ñocha, una planta nativa del sur de Chile considerada elemento básico para la fabricación de artesanía Mapuche.
Don Hernán, quien nos abrió las puertas de su casa, nos mostró en primera persona cómo es posible vivir de la tierra. En su terreno cultiva todo tipo de vegetales, incluyendo plantas consideradas medicinales, que posteriormente pudimos probar en infusiones. De su huerto, don Hernán y su esposa Elisabeth extraen los ingredientes necesarios para hacer exquisitas preparaciones típicas de la cocina de campo del sur de Chile.
Poco a poco nos fuimos adentrando en las costumbres propias del pueblo Mapuche. Nos acompañaba en esta travesía la señora Paula, descendiente Huilliche y guía turística del sector.
De su boca pudimos escuchar la cosmovisión de sus ancestros y las tradiciones que pudo aprender de su madre. Sus atuendos mapuches y una acabada presentación sobre los implementos e instrumentos usados por sus antepasados nos permitieron entender de mejor manera cómo vivía el pueblo Huilliche siglos atrás y sus principales diferencias con los mapuches de otros sectores de Chile.
Entraban ya los últimos rayos de sol de la tarde cuando nos dirigimos al lugar en el que pasaríamos la noche. En el sector de costa Río Blanco nos recibieron con una merienda típica del sur de Chile, rica en productos locales. Sentados ahí disfrutando del calor del hostal, del acogedor recibimiento de nuestros anfitriones (Marta y su familia) y de las delicias gastronómicas que nos ofrecían generosamente, empezamos a sentir las primeras gotas de lluvia pegando contra las ventanas. Té caliente en mano me senté a mirar a través de la ventana este sencillo y casi cotidiano espectáculo que nos regala la naturaleza.
Temprano al día siguiente emprendimos camino a conocer a doña Matilde, Mapuche especialista en la preparación de tortillas de rescoldo. Estas masas requieren una preparación muy especial, ya que se cocinan directamente entre las cenizas y brazas, las que deben llevar varios días calentándose para lograr una cocción perfecta.
Las tortillas de rescoldo reemplazan al pan tradicional y se pueden comer con diferentes productos. Nosotros las probamos con huevos de gallina collonca, es decir, gallina sin cola que es conocida desde tiempos ancestrales por el pueblo Mapuche. Sus huevos son de color azulado y su sabor a huevo de campo se disfruta de principio a fin.
Después de comer cuanto pudimos – había que acumular energías para lo que se venía, nos decíamos como para auto convencernos de que tanta comida era necesaria– nos pusimos en marcha para conocer otros sectores de la ruta.
Estuvimos en la antigua mina de oro de Ponzuelo y caminamos por senderos de trekking acompañados por una descendiente Huilliche que orgullosamente nos mostró cómo decidió convertir su terreno en un lugar de preservación de la naturaleza, luego de varios años de explotación forestal. En el recorrido no sólo pudimos admirar árboles que poco a poco comienzan a reconstituir un paisaje natural sagrado, también recolectamos unos hongos llamados chicharrones del monte que luego nuestra anfitriona nos preparó amablemente en su cocina a leña. ¡Toda una delicatesen!
Con una niebla profunda y lluvia intermitente, pudimos apreciar los bosques de alerces, una especie milenaria designada Monumento Nacional, que se encuentra en el sur de Chile. Ejemplares de más de 3.000 años de antigüedad se presentan incólumes como testigos silenciosos de la cultura Mapuche que nació y se desarrolló a su alero, y que hoy pone sus esfuerzos en mantener sus tradiciones y compartirlas con quienes visitan sus tierras.
Cada persona que conocimos en esta travesía nos recibió de manera sumamente cariñosa y sencilla. Una sonrisa en la cara, un caluroso abrazo como si nos conociéramos de toda la vida, y una mesa de comida siempre sabrosa, fueron más que suficiente para sentirnos en casa en cada lugar que estuvimos. Recuerdo todavía todos los rostros que nos recibieron: alegres y orgullosos de poder mostrarnos un pedacito de sus vidas, de sus historias, de su cultura.